La Cebolla de La Mancha con Indicación Geográfica Protegida (IGP) está estrechamente relacionada con la cosecha que se realiza en el otoño, especialmente en noviembre, cuando se encuentra en su punto óptimo de maduración. Este producto agrícola tiene una estrecha vinculación con los ciclos agrícolas de la región manchega, un territorio que, gracias a su clima y suelo, favorece la producción de una cebolla de alta calidad.
La Cebolla de La Mancha con IGP se siembra en la primavera, generalmente entre los meses de marzo y abril, aprovechando las temperaturas suaves de la región. Durante los meses de verano, las cebollas crecen y desarrollan su característico sabor dulce gracias a las largas horas de sol y la climatología de la zona, con veranos calurosos y secos que permiten un crecimiento más controlado.
Proceso de cosecha y conservación
La cosecha de la Cebolla de La Mancha con IGP es un proceso cuidadoso que se realiza en otoño, cuando las cebollas tienen el tamaño adecuado y han alcanzado su máxima concentración de azúcares naturales, lo que potencia su sabor dulce. Tras la recolección, se procede al secado de las cebollas, un proceso clave para asegurar su conservación durante los meses fríos. El secado se realiza en campos al aire libre, bajo las condiciones secas y soleadas de La Mancha, lo que contribuye a mejorar su calidad y resistencia durante el almacenamiento.
Relación con el otoño
El mes de noviembre, con su clima más fresco y lluvioso, es ideal para la cosecha, ya que las cebollas de La Mancha tienen el tiempo perfecto para madurar, desarrollando un sabor dulce que las hace ideales para los platos otoñales. La conexión de la cebolla con la estación otoñal es directa, ya que el ciclo de crecimiento y cosecha coincide con la llegada de temperaturas más bajas, lo que también refuerza la demanda de alimentos reconfortantes como sopas, guisos y platos al horno, donde la Cebolla de La Mancha con IGP se convierte en un ingrediente estrella.