 
  A primera hora, el valle del Henares huele a hierba húmeda. Entre plásticos negros, asoman los turiones: verdes, tersos, con esa punta que el cocinero quiere en el plato. A 200 kilómetros, en la llanura manchega, las cebollas curan su piel cobriza al sol de septiembre. Dos escenas distintas para una misma idea: origen certificado y orgullo de territorio. Son la IGP Cebolla de La Mancha y la IGP Espárrago Verde de Guadalajara, dos avales jóvenes dentro del paraguas Campo y Alma, la marca regional que agrupa las DOP e IGP de Castilla-La Mancha y que sirve de pasarela común en ferias y campañas.
Retrato del espárrago que se hizo nombre propio
En julio de 2024, Bruselas inscribió oficialmente “Espárrago verde de Guadalajara” como Indicación Geográfica Protegida. La zona de cultivo abarca 44 municipios de la provincia, con un producto definido por turiones verdes, tiernos y jugosos, muy apreciados por su equilibrio dulce-amargo en temporada. La campaña se concentra de marzo a junio, cuando el corte casi diario marca el ritmo en campo y en cocina.
La IGP ha consolidado a los productores en una misma voz —la Asociación de Productores de Espárrago Verde de Guadalajara— y les ha dado un relato de procedencia verificable (pliego, controles, trazabilidad). Eso facilita entrar en lineales y cartas con el sello de Campo y Alma al lado, y encaja con la estrategia regional de mostrar el origen donde se decide la compra: ferias, supermercados y restauración.
La cebolla que cuenta la llanura
Un año antes, en 2023, la “Cebolla de La Mancha” entró en el registro europeo como IGP. No es “una cebolla” más: el pliego la define como tipo Recas, esférica, con mínimo dos túnicas de color cobrizo y 5–10 % de materia seca; firme al corte y de interior blanco. Esas características, más los días largos y el curado a la intemperie, explican su buena conservación y ese perfil gustativo que rinde en sofritos, asados o escabeches.
La IGP nace sobre un sector potente: Castilla-La Mancha es la región con mayor superficie de cebolla de España —casi la mitad del total nacional— y cuenta con un tejido asociativo (PROCECAM) que agrupa a centenares de productores y miles de hectáreas. La IGP no solo protege el nombre: ordena, da visibilidad y permite captar valor en mercados donde el origen manda.
¿Qué aportan a Campo y Alma?
1) Calendario y escaparate todo el año.
El espárrago dinamiza la primavera con un producto fresco de alto valor culinario; la cebolla sostiene la segunda mitad del año y prolonga la presencia en tienda por su capacidad de conservación. Juntas, alimentan una agenda de promoción continua bajo el mismo paraguas gráfico, desde Salón Gourmets hasta Fruit Attraction, donde la Junta monta stand “Campo y Alma” y coordina a empresas del sector hortofrutícola.
2) Un relato de origen creíble.
Las dos IGP transforman características agronómicas en historia que el consumidor entiende: valles ribereños y cortes al alba en Guadalajara; suelos minerales, curado al sol y piel cobriza en La Mancha. No es marketing vacío: es regulación europea con pliegos oficiales y controles externos. Esa combinación —emocional + verificable— es la base del posicionamiento de Campo y Alma.
3) Valor económico y cohesión rural.
El sello impulsa precio y rotación al diferenciar un fresco estacional (espárrago) y un básico de gran volumen (cebolla). En origen, la recolección del espárrago intensiva en mano de obra sostiene empleo primaveral; la cebolla, por superficie y exportación, actúa como cultivo tractor en la llanura. Para Campo y Alma, contar con dos hortalizas de distintos perfiles amplía su catálogo de oportunidad para empresas y cooperativas.
4) Palanca de comunicación y premios.
La marca regional no solo exhibe producto: convoca y reconoce. Los Premios Gran Selección “Campo y Alma” han incorporado menciones específicas —incluida la puesta de largo del espárrago verde— y sirven de altavoz para nuevos sellos. Esto alimenta noticias, recetarios y activaciones en retail, donde el logotipo actúa como atajo de confianza.
En plato y en tienda: cómo se cuentan
Espárrago Verde de Guadalajara (marzo-junio). Protagonista en parrilla, salteados rápidos y menús de temporada. Su IGP permite campañas “de ventana corta” que generan urgencia y precio medio.
Cebolla de La Mancha (agosto-noviembre, con vida útil prolongada). Base de cocina, asada entera o en escabeches; la ficha sensorial (crujiente, jugosa, suave-picante) se traduce muy bien en claims claros en punto de venta.