El cultivo de la vid, junto con el de los cereales, arraiga profundamente en la comarca de Castilla-La Mancha por diversas razones.
Ya por el año de 1613 hay documentos que registran una donación del Sr. Doctor Xpobal de Tébar Origuela y Balençuela la Compañía de Jesús en la que hace entrega de – “... unas casas y heredad de viña... plantada de piedra, en la jurisdicción de San Clemente, que llaman las Casas de Fernando Alonso... que es de mucho valor”.
La zona de producción de esta D.O. se ubica en la zona sur de la provincia de Cuenca. Y se caracteriza por contar con terrenos arcilloso-calcáreos, cubiertos de cantos rodados asentados a una altitud media que ronda los 750 metros. Gracias a este paisaje y al especial microclima de la Ribera del Júcar, se formulan unas condiciones excelentes para el cultivo de la vid y el nacimiento de unos vinos con Denominación de Origen Protegida Ribera del Júcar. Vinos que, desde 2003, pueden llevar esta etiqueta en sus botellas.
La andadura de estos vinos tiene una larga historia. Los primeros indicios que se tienen de estos viñedos son del año 1613. Volviendo a nuestros días, la D.O.P Ribera del Júcar surgió como una iniciativa conjunta de un grupo de cooperativas elaboradoras de vino y bodegas particulares para colaborar activamente en la producción y comercialización de vinos de calidad.
Además, esta D.O. lleva en su ADN la utilización de prácticas respetuosas con el medio ambiente en el cuidado de las viñas, marcándose un objetivo muy importante para colaborar en el desarrollo rural de los pueblos que forman parte de la D.O. fomentando la actividad económica y el arraigo de la población a esta zona a través de actividades paralelas al vino como el enoturismo o las visitas a bodegas y ofreciendo alternativas de ocio al aire libre. Una tarea de gran relevancia para fijar población en el entorno rural, a través de la que el vino con denominación de origen se convierte, sin ninguna duda, en el motor principal para ejecutar este propósito.