Hay citas de las torrijas desde el siglo XV en algunas publicaciones de cocina y las recomiendan como alimento para parturientas por su alto valor calórico.
Esta torrija se trata de un caramelizado que la aleja de la fritura, tostando azúcar en la superficie y servido en lecho de toffee, coronado por helado de canela y un crujiente de limón, el bouquet de arándano y frambuesa con hojitas de menta es un detalle de color y frescura.
Tradicionalmente su suele disfrutar de la torrija junto a mistelas y vinos de castañas que tan bien saben elaborar las bodegas y cooperativas de La Mancha, pero apostamos a que este postre estará perfectamente armonizado junto a un vino de corte tradicional.
En este caso, optamos por un vino dulce Denominación de Origen La Mancha elaborado a partir de la variedad de uva Moscatel.
Los vinos dulces de Moscatel suelen ser vinos de tacto sedoso y carácter muy frutal, donde la variedad le aporta aromas que recuerdan a albaricoques y miel entre otros.
El gusto es agridulce con una leve acidez fresca que se puede alterar con la temperatura de servicio, subiendo la percepción ácida cuando se baja la temperatura del vino.
Así que recomendamos servir este vino en copa tipo chianti no muy grande, de cristal fino, poca cantidad para evitar se caliente el vino que idealmente serviremos a una temperatura cercana a los seis u ocho grados centígrados.